Estudio dice que los nacidos en verano son más activos y menos propensos a la depresión.
Sin importar el lugar donde nacieron o el nivel educacional de sus padres, los niños que nacerán en los próximos tres meses tendrían importantes ventajas frente a los que llegan al mundo en invierno. Esta es la conclusión de un nuevo estudio de la Universidad Vanderbilt, en EE.UU., que indica que la época del año en que se nace genera un efecto permanente sobre el reloj biológico de las personas.
Hasta el momento se sabía que los cambios de luminosidad de las estaciones podían alterar el comportamiento de las personas. Sin embargo, este estudio entrega la primera evidencia de que la cantidad de luz natural asociada a la época del año en que se nace puede generar un efecto permanente en la conducta.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores seleccionaron tres grupos de ratones recién nacidos y los ubicaron por tres semanas, junto a sus madres, en tres escenarios que recreaban diversos momentos del año: un grupo fue colocado en un ciclo con 16 horas de luz y ocho horas de oscuridad que simulaban el verano, otro fue ubicado en un ciclo con ocho horas de luz y 16 de oscuridad, como el invierno, y el tercer grupo fue expuesto a un ciclo de 12 horas de luz y 12 de oscuridad como en el equinoccio. Los ratones fueron asignados a estos grupos sin importar si habían nacido en condiciones de verano o de invierno. Luego fueron ubicados en completa oscuridad para estudiar su comportamiento.
De este modo, constataron que, independiente de las condiciones de luminosidad a las que habían sido expuestos, los ratones nacidos en invierno resultaron ser más lentos en sus actividades y con mayor tendencia a la depresión. Por otro lado, aquellos ratones que habían nacido en condiciones de verano fueron más activos en los días siguientes, sin importar si habían estado expuestos a condiciones de verano o de invierno.
Este último grupo toleró mejor los cambios en la luminosidad producidos por el avance de las estaciones del año, que aquellos nacidos en el invierno. "Los ratones que crecen bajo el ciclo invernal muestran una respuesta exagerada al cambio estacional que es muy similar a la de los pacientes humanos que sufren de trastorno afectivo estacional", explica Douglas McMahon, coautor del estudio.
Posteriormente, los científicos analizaron la actividad de las neuronas de estos ratones. Así observaron que las células cerebrales de los ratones nacidos en verano tenían mayor actividad que las de sus pares. Aunque todavía no se sabe la razón, las neuronas del núcleo supraquismático, zona cerebral que controla el reloj biológico, funcionaron mejor en los ratones que habían nacido en verano. "Lo particularmente sorprendente es el hecho de que el efecto de la estación influye tanto en el comportamiento del animal como en el ciclo biológico de las neuronas en el cerebro", dice Chris Ciarleglio, autor principal del trabajo publicado en la revistaNature Neuroscience.
"Si un mecanismo de impresión similar al encontrado en los ratones funciona en los seres humanos, entonces no solo podría tener un efecto en una serie de trastornos de conducta, sino también tener un efecto más general sobre la personalidad", dice McMahon, quien agrega que "es importante destacar que, a pesar de que esto suena un poco como la astrología, no lo es: es biología estacional".
Según datos del Registro Civil, en los últimos años los meses con mayor cantidad de nacimientos son enero, marzo y noviembre.
Publicado el 07/12/2010
Fuente: La Tercera
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